BIOGRAFÍA

Cristina Ortega (Gran Canaria, 1999) es una artista textil cuya obra explora las relaciones entre el confort, la corporalidad y la intimidad a través de los tejidos. Criada en Vecindario, transforma anécdotas personales de su vida familiar en un lenguaje visual que, aunque profundamente personal, conecta con la experiencia colectiva de su generación. A través de su trabajo, busca resaltar la importancia de lo íntimo y mostrar cómo estas vivencias privadas son parte de una
experiencia compartida.

Formada en Bellas Artes y con un Máster en Historia del Arte Contemporáneo, Ortega combina un enfoque narrativo con el arte textil, utilizando materiales textiles para generar bienestar y cuestionar las dinámicas de consumo que afectan al descanso y la corporalidad. Su obra invita a repensar la relación entre los cuerpos y los espacios que habitamos, explorando cómo el diseño de los entornos impacta en nuestras necesidades de confort.

Reconocida internacionalmente, Ortega ha sido finalista del Premio Territorios Textiles en la Bienal de Arte Textil FITE (Francia, 2024), y ha presentado su trabajo en ferias como PINTA MIAMI (2022). Ha realizado residencias en el Centro Atlántico de Arte Moderno (2023) y la Fundación Martín Chirino (2021), y su obra forma parte de colecciones como AZAKE Art Miami y la Colección Rubinstein en Los Ángeles.

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La danza del hilo II
Bordado a mano sobre satén / 52 x 52 cm

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Foto detalle de la obra
Bordado a mano sobre satén / 52 x 52 cm

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TAN FUERTE Y TAN FRÁGIL COMO UN NUDO QUE FLOTA

RESEÑA

Curatorialmente, esta muestra nace como un diálogo a tres voces. Las voces de sus protagonistas: María Ortega y Cristina Ortega, y la voz de un comisario/curador invitado.

Siendo así, como invitado, desde esa perspectiva externa, perimetral, la hemos visualizado metafóricamente como la construcción simbólica de un territorio a través del arte, una isla que flota a la deriva en el amplio océano. Como las “fatídicas islas de plástico” que invaden nuestros mares; pero esta vez, como ecosistémicas islas de memorias, telas e hilos, porque es el trabajo textil, su ancestral conocimiento en las manos femeninas y el peso de su legado, lo que las une, como dignas herederas de Las Hilanderas de Velázquez.

Aunque, a ciencia cierta, este no es un homenaje a él, sino, es para ellas.

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Serie “El invernadero”
Bordado a mano sobre mosquitera / 30 x 40 cm

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Foto detalle de la obra
Bordado a mano sobre mosquitera / 30 x 40 cm

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Foto detalle de la obra
Bordado a mano sobre mosquitera / 30 x 40 cm

TEXTO CURATORIAL

Obras recientes de María Ortega y Cristina Ortega
O cómo cartografiar la memoria a través de lo textil

Cuando se habla del auge del Arte Textil de las últimas décadas saltan a la palestra cientos de nombres de artistas mujeres que han acudido a las milenarias tradiciones femeninas donde lo textil es el medio y el fin de su quehacer, para desarrollar un imaginario contemporáneo que a fin de cuentas es una nueva red simbólica de relaciones hilándose. Quizás como respuesta objetual a la representación académica patriarcal, siempre lejana, desde fuera que Velázquez instauró como canon, en su magnífica pintura Las Hilanderas. Todo hay que decirlo, la obra es magistral, y demostró una cercanía con la feminidad por parte del maestro sevillano que rebosa respeto y admiración, e incluso, amor.

De ese amor que el arte de hilar evoca, es de lo que va la obra de María Ortega y Cristina Ortega, si bien coinciden en sus apellidos y evidentemente en su condición de mujeres contemporáneas, ambas son dos ejemplos bien divergentes de cómo enfrentarse al acto de crear desde y mediante el lenguaje que le aporta lo textil como materia, como ejercicio artesanal, y como resultado donde el objeto arte se materializa firmemente en su blandura táctil, siempre hecha a mano.

Con una amplia obra que abarca instalaciones espaciales, objetos escultóricos, tapices, papeles bordados o sistemas de impresión múltiple sobre soportes textiles, la obra de la maestra María Ortega, en esta ocasión nos ofrece un acercamiento al paisaje desde una mirada sensorial, donde el sentido del color impone las reglas de una dinámica narrativa, en la cual lo líquido es el elemento que nos une. Quizás, porque es el elemento natural que como especie nos rodea, a nosotros y a todos los organismos y especies terrestres del planeta, una obra que reflexiona sobre cómo homenajear a la Diosa Madre Agua, Yemayá dirían los yorubas, o Kalunga la llamarían los kikongos    (si pensamos en referencias africanas, ahora tan de moda estas “resignificaciones decoloniales”); de donde toda la vida planetaria, tuvo su origen.

Un guiño a Bauman, atravesado por el quehacer de unas manos dadoras de femininidad como entidad colectiva trasmisora de un legado transcultural y universalista. De hecho, mucho de mundo en su obra se respira. Algo del reduccionista y exquisito espíritu Zen, algo de la artesanalidad caucasiana post-soviet, algo revival anti-tecnológico, como de resistencia en el pespunte como oficio y herramienta vital. Como si María nos manchase volumétricamente, capa a capa de textura textil, sobre cómo lo que nos circunda marca una frontera.

Frontera que Cristina Ortega, re-cartografía hacia el interior creando una obra que dibuja y colorea -a base de aguja e hilo- una isla, un archipiélago, un paisaje insular decadente, destruido por la desidia y el abandono, El Invernadero: el sistema de explotación agrícola que se aplicó durante décadas en Canarias (su tierra natal), donde trabajaron sus bisabuelas, abuelas, madre y tías, hasta que los cultivos canarios fueron desatendidos por la política europea, la nacional, y como es lógico, la local. Mientras María, nos cosifica un mar bravío, abrazador, Cristina, despieza un plano del territorio como experiencia simbólica cual cartógrafa atestigua sobre un desastre natural de una tierra baldía y desolada.

Mientras su maestra se enfrenta a la tela como materia voluble que le proporciona oleajes y marejadas de volúmenes infinitos, Cristina, aplana la tela como velo, como lámina que ilustra las transparencias borrosas de un recuerdo deshecho, como finísima cortina que el viento agita, como traslúcida inmaterialidad engañosa, como espejeante superficie sedosa que seduce nuestra mirada para acercarla a un micro-relato que de “la nada” habla. Claro, hablar del “vacío y la nada”, ficciona sobre la idea de que de “nada se está hablando”, pero sí se habla de algo. Se habla del proceso anterior a esa nada. Se lanzan punzantes preguntas -como las afiladas puntas de sus agujas- sobre cómo hemos llegado hasta aquí. A este punto de devastación y ruina. Y la ruina, a su vez, a María le fascina como huella táctil de una situación de incertidumbre, como registro histórico de un pasado, como metáfora de lo habitable; aún, cuando sea una “inhabitable casa rota”, hecha añicos, como endeble hogar de la fragilidad. Y ahí, en la fragilidad, ambas, tal vez más costureras que hilanderas, una (María), más pictórica y escultórica, la otra (Cristina), más dibujística e instalativa, determinan que nada es más sólido que esta atadura, este nudo, este testimonial vínculo sobre lo emocional. Un vínculo que el Arte logra exorcizar, sacar a fuera, hacerlo “cosa” que nos recuerda cuán diestras y deterministas y perfeccionista son capaces de ser, quienes por lo textil apuestan.

Aunque parezca una mota textil flotando en el basto mar; como si fuese una de esas nefastas “islas de plástico”, esta vez, simbólicamente ecosistémicas y por ende ecológicas, dejada a la deriva en su galería de confianza. Porque en la confianza en el Arte como experimento de sanación, ambas artistas, e incluso su galerista y a un servidor, también creemos. Y esa noción restauradora también nos une firmemente, tan fuertes y tan frágiles como un nudo que flota.

Omar-Pascual Castillo
Comisario

Browncraft

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Serie “El invernadero”
Bordado a mano sobre mosquitera / 60 x 40 cm

Scan

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Foto Detalle
Bordado a mano sobre mosquitera / 60 x 40 cm

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FERIAS INTERNACIONES

JUSTMAD 2025 – EL INVERNADERO

Formando parte de un proyecto que explora la relación entre memoria, trabajo y cuerpo, La danza del hilo toma como eje central la tradición de la mano de obra femenina en mi familia. Mi abuela, mi madre y otras mujeres de mi árbol genealógico dedicaron sus vidas a la recolección y empaquetado de tomates, enfrentándose a jornadas interminables bajo temperaturas extremas y salarios miserables. De ellas, por otro lado, también heredé la práctica del tejido. Una actividad que, históricamente asociada al ámbito doméstico, pretendo resignificar como un medio de resistencia y reconstrucción del pasado.

En el sureste de Gran Canaria, los invernaderos de polietileno fueron espacios de arduo trabajo para miles de mujeres. Estos lugares que protegían la tierra, pero que explotaban los cuerpos, se han convertido en ruinas simbólicas del maltrato simultáneo hacia la mano de obra femenina. El bordado, con su necesidad de dedicación constante y precisión, refleja un acto de cuidado hacia la memoria de estas mujeres y hacia los espacios que habitaron.

La danza del hilo traduce los planos fragmentados de un invernadero, a día de hoy abandonado, en un lenguaje textil donde las formas erosionadas de estas arquitecturas se reconfiguran en trazos y texturas. A través de estas piezas, la práctica manual no solo materializa un paisaje de memoria, sino que también honra el legado de las mujeres trabajadoras, entrelazando pasado y presente, opresión y reparación. Este es ha sido un proyecto que, en tres fases, ha tenido la intención de mostrar esta problemática y disciplina a un nivel internacional. Iniciándose en el CAAM (Centro de Arte Moderno de Las Palmas de Gran Canaria) en 2023 mediante una residencia para artistas emergentes y posteriormente, siendo tutelado por la comisaria y artista textil María Ortega, fue el proyecto que representó a España en la Bienal Internacional de Arte Textil FITE en 2024, en Francia. Ahora, para finalizar, será expuesto en JUSTMAD en 2025 gracias a la Galería de Arte a Ciegas mostrando la colaboración de Cristina y María Ortega, ambas artistas representadas como artista y mentora.

Browncraft

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La danza del hilo
Bordado a mano sobre satén / 70 x 100 cm

Scan

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Como oro en paño
Bordado a mano sobre raso/ 40 x 60 cm

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FERIAS INTERNACIONES

PINTAMIAMI 2022 – TRANSEÚNTES

Como ejercicio contemplativo y durante 30 mañanas, en una hora concreta y en el mismo lugar, se hizo una fotografía.
Esta experiencia pretendía resituar a un individuo en el espacio que había sido su hogar después de un largo tiempo fuera del mismo. Por un lado, se pretendía estudiar hasta qué punto la erosión personal, esa de ser un externo en tu propio origen, se podía comparar con el desgaste y los cambios físicos del territorio. Por otro, este ejercicio se convirtió en un intento de volver a ser parte del paisaje, dialogar con él y entender su nuevo comportamiento.
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Serie: Luz
Cianotipia sobre telas de algodón / 358 x 117 cm

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Serie: 30 días
Fotografías en algodón / 30×20 cm